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miércoles, 29 de agosto de 2012

Un manifiesto Cyberpunk


Un manifiesto Cyberpunk


Por Christian como. Kirtchev
Somos las MENTES ELECTRÓNICAS, un grupo de rebeldes libre de ideas afines. Cyberpunks.
Vivimos en el Ciberespacio, estamos en todas partes, nosotros no conocemos fronteras.
Este es nuestro manifiesto. El manifiesto del Cyberpunks.


Cyberpunk I. 
1 / Somos aquellos, los diferentes. Ratas tecnológicos, nadando en el océano de la información. 2 / Somos el niño retraído, poco en la escuela, sentado en el último pupitre, en la esquina de la sala de clase. 3 / Somos el adolescente considera extraño a todo el mundo 4 / Somos el sistemas de los estudiantes piratería informática, la exploración de la profundidad de su alcance. 5 / We Are The adulto en el parque, sentado en un banco, un ordenador portátil sobre las rodillas, programando la última realidad virtual. 6 / Nuestro es el garage, rellenos con electrónica .El soldador en la esquina de la mesa, cerca del desensamblado de radio son también los nuestros. La nuestra es la bodega con las computadoras, impresoras y módems zumbido pitidos. 7 / Somos aquellos que vemos la realidad de una manera diferente. Nuestro punto de vista muestra más de la gente ordinaria puede ver. Sólo ven lo que está afuera, pero no vemos lo que hay dentro. Eso es lo que son -. Realistas con las gafas de soñadores 8 / NOSOTROS somos esa gente extraña, casi desconocidas para el vecindario. La gente, el espectáculo de sus propios pensamientos, sentadas día tras día ante el ordenador, saqueando la red para algo. No nos hacemos a menudo fuera de casa, sólo de vez en cuando, sólo para ir al cuarto de radio cercana, o al bar de siempre para cumplir con algunos de los pocos amigos que tenemos, o para cumplir con un cliente, o al farmacéutico callejón. .. o simplemente a dar un paseo. 9 / No tenemos muchos amigos, sólo unos pocos con los que van a fiestas. Todos los demás que sabemos que sabemos en la red. Nuestros verdaderos amigos están ahí, al otro lado de la línea.Los conocemos de nuestro canal favorito de IRC, de los grupos de noticias, de los sistemas que colgar-en torno a: 10 / Somos los que no me importa una mierda lo que la gente piensa de nosotros, no nos importa lo que buscamos gusta o lo que la gente habla de nosotros en nuestra ausencia. 11 / La mayoría de nosotros nos gusta vivir en la clandestinidad, siendo desconocido para todos excepto aquellos pocos que, inevitablemente, debe ponerse en contacto con. / 12 A otros les encanta la publicidad, les encanta la fama. Todos ellos son conocidos en el mundo subterráneo. Sus nombres se oyen a menudo allí. Pero todos estamos unidos por una cosa -. estamos Cyberpunks 13 / La sociedad no nos entiende, somos "raros" y "locos" a los ojos de las personas comunes y corrientes que viven lejos de la información y las ideas libres.La sociedad niega nuestra manera de pensar - una sociedad, viviendo, pensando y respirando de una y sólo una manera -. Clichc un 14 / Nos niegan porque pensamos como gente libre, y el pensamiento libre está prohibido. 15 / Cyberpunk El tiene una apariencia exterior , no es un movimiento. Cyberpunks son personas, a partir de lo cotidiano y conocido a nadie persona, al artista-tecnomaníaco, al músico, tocando la música electrónica, el erudito superficial. 16 / Cyberpunk El género no es literatura ya, ni siquiera una subcultura ordinaria. El Cyberpunk es un stand-alone nueva cultura descendencia, de la nueva era. Una cultura que une a nuestros intereses comunes y puntos de vista. Somos una unidad. Somos Cyberpunks. II. Sociedad 1 / La sociedad que nos rodea está obstruido con concervacy tirando de todo y de todos a sí mismo, mientras se hunde lentamente en las arenas movedizas del tiempo. 2 / Sin embargo obstinadamente algunos se niegan a creer, es obvio que vivimos en una sociedad enferma. Las llamadas reformas que nuestros gobiernos utilizan con habilidad para hacer alarde, no son nada más que un pequeño paso adelante, un salto cuando todo se puede hacer. 3 / La gente teme el. nuevo y desconocido Ellos prefieren las viejas, las verdades conocidas y comprobado. Tienen miedo de lo que el nuevo puede traer a ellos. Tienen miedo de que se puede perder lo que tienen. 4 / Su temor es tan fuerte que se ha proclamado el por vuelta a un enemigo y una idea de la libre - su arma. Eso es culpa de ellos. 5 / Las personas deben dejar ese miedo atrás y adelante. ¿Qué sentido tiene que atenerse a lo poco que tiene ahora cuando se puede tener más mañana. Todo lo que tiene que hacer es estirar la mano y sentir lo nuevo, dar libertad a los pensamientos, las ideas, a las palabras: 6 /Durante siglos ha sido cada generación educada es un mismo patrón. Los ideales es lo que todo el mundo sigue. La individualidad se olvida.La gente piensa en idéntica forma, siguiendo el clichc perforados en ellas en la infancia, la clichc-educación para todos los niños: Y, cuando alguien se atreve desafiar la autoridad, es castigado y dado como un mal ejemplo. "Esto es lo que te pasa cuando expresas tu propia opinión y negar uno de su maestro". 7 / Nuestra sociedad está enferma y necesita ser curada. La cura es un cambio en el sistema ... III. El Sistema 1 /System. Siglos de antigüedad, existente en los principios que cuelgan no más hoy. Un sistema que no ha cambiado mucho desde el día de su nacimiento. 2 / El Sistema está equivocado. 3 / El Sistema debe imponer su verdad sobre nosotros para que pueda gobernar. El gobierno necesita nosotros lo siguen ciegamente. Por esta razón, vivimos en un eclipse informativo. Cuando las personas adquieren otra información que desde el gobierno, no puede distinguir el bien del mal. Así que la mentira se convierte en verdad - una verdad, fundamental para todo lo demás. Así, el control de los líderes de mentiras y la gente común no tiene idea de lo que es verdad y seguir el gobierno a ciegas, confiando en él. 4 / Nosotros luchamos por la libertad de información. Luchamos por la libertad de expresión y de prensa. Por la libertad de expresar nuestros pensamientos libremente, sin ser perseguidos por el sistema. 5 / Incluso en los países más desarrollados y "democrático", el sistema impone la desinformación. Incluso en los países que pretenden ser la cuna de la libertad de expresión. La información errónea es uno de arma principal del sistema. Un arma, utilizan muy bien. 6 / Es la red que ayuda a difundir la información libremente. La red, sin límites y el límite de la información 7 / Ours es tuyo, lo tuyo es nuestro. 8 / Todo el mundo puede compartir información, sin restricciones. 9 / Cifrado de informattion es nuestra arma. Así, las palabras de la revolución pueden propagar sin interrupción, y el gobierno sólo puede adivinar. 10 / La Red es nuestro reino, en la Red somos los reyes. 11 / Leyes. El mundo está cambiando, pero las leyes son las mismas. El Sistema no está cambiando, sólo unos pocos detalles se reparado para el nuevo tiempo, pero todo en el concepto sigue siendo el mismo. 12 / Necesitamos nuevas leyes. Leyes, ajustando los tiempos en que vivimos, con el mundo que nos rodea. No leyes construir sobre la base del pasado. Las leyes, construir hoy, las leyes, que se ajuste a mañana. 13 / Las leyes que sólo nos estribillo. Las leyes que tanto necesitan revisión. IV. La visión 1 / A algunas personas no les importa mucho lo que pasa a nivel mundial. Ellos se preocupan por lo que pasa a su alrededor, en su micro-universo. 2 / Estas personas sólo pueden ver un futuro oscuro, porque ellos sólo pueden ver la vida que vivo ahora. 3 / Otros muestran cierta preocupación por los asuntos globales. Ellos están interesados ​​en todo, en el futuro en perspectiva, en lo que va a suceder a nivel mundial. 4 / Ellos tienen una visión más optimista. Para ellos el futuro es más limpio y más bonito, para que puedan ver en él y ven a un hombre más maduro, un mundo más inteligente. 5 / Nosotros estamos en el medio. Estamos interesados ​​en lo que sucede ahora, pero lo que en lo que va a suceder día de mañana también. 6 / Buscamos en la red, y la red es cada vez más amplio y más amplio. 7 / Pronto todo en este mundo será tragado por la red: desde los sistemas militares a la PC en el hogar. 8 / Pero la red es una casa de la anarquía. 9 / No puede ser controlada y en esto está su poder. 10 / Cada hombre será dependiente de la red. 11 / La información Plenario estar allí, encerrado en el abismo de ceros y unos. / 12 ¿Quién controla la red, controla la información. 13 / Viviremos en una mezcla de pasado y presente. 14 / El mal proviene de que el hombre y el bien viene de tecnología. 15 / La red controlará el hombrecillo, y vamos a controlar la red. 16 / Por es que no controlas, serás controlado. 17 / La información es poder! V. ¿Dónde estamos? 1 / ¿Dónde estamos? 2 / Todos vivimos en un mundo enfermo, donde el odio es un arma, y la libertad -. un sueño 3 / El mundo crece tan lentamente. Es difícil para un cyberpunk vivir en un mundo subdesarrollado, mirando a la gente a su alrededor, viendo lo mal que se desarrollan. 4 / Seguimos adelante, nos tire hacia atrás de nuevo. La sociedad nos suppressses. Sí, se suprime la libertad de pensamiento. Con sus programas de educación crueles en escuelas y universidades. Entrenan a los niños en su visión de las cosas y todo intento de expresar una opinión diferente es negada y castigada. 5 /Nuestros hijos crecen educados en este viejo sistema y sin cambios todavía. Un sistema que no tolera la libertad de pensamiento y demanda una estricta a las obeyance reules ... 6 / En lo que es un mundo, lo diferente de este, ¿podríamos vivir ahora, si las personas estaban haciendo saltos y se arrastra no. 7 / Es tan difícil vivir en este mundo, Cyberpunk. 8 / Es como si el tiempo se ha detenido. 9 / Vivimos en el lugar correcto, pero no en el momento adecuado. 10 / Todo es tan ordinario, la gente es todo lo mismo, sus obras toos. Como si la sociedad sintiera una necesidad urgente de vivir en el tiempo. 11 / Algunos intentan encontrar su propio mundo, el mundo de un Cyberpunk, y encontrándolo, construyen su propio mundo. Construir en sus pensamientos, cambia la realidad, pone sobre ella y así vivir en un mundo virtual. El pensamiento en marcha, se basan en la realidad: 12 / Otros simplemente se acostumbran al mundo tal como es. Ellos siguen viviendo en ella, a pesar de que no les gusta. Ellos no tienen otra opción sino la esperanza descubierto que el mundo va a salir de su hueco y seguirá adelante.13 / Lo que estamos tratando de hacer es cambiar la situación. Estamos tratando de ajustar el mundo presente a nuestras necesidades y puntos de vista. Para utilizar al máximo lo que está en forma y hacer caso omiso de la basura. Si no podemos, acabamos de vivir en este mundo, como Cyberpunks, no importa lo duro que, cuando la sociedad nos combate que luchar. 14 / Construimos nuestros mundos en el Ciberespacio. 15 / Entre los ceros y unos, entre los bits de información. 16 / Construimos nuestra comunidad. La comunidad de Cyberpunks.

jueves, 19 de abril de 2012

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viernes, 17 de febrero de 2012

EL PISO DE CRISTAL


EL PISO DE CRISTAL

INTRODUCCIÓN

En la novela Deliverance de James Dickey, hay una escena en la que un campesino que vive en el quinto pino se golpea una mano con una herramienta mientras repara su auto. Uno de los hombres de la ciudad, quienes andan buscando a un par de tipos que les conduzcan sus coches río abajo, le pregunta a este colega, de nombre Griner, si se lastimó mucho. Griner se mira la mano ensangrentada y luego murmura: «Naá; no es tan malo como pensaba».
De esa manera me sentí luego de releer El Piso de Cristal, la primera historia que por fin me reportó un dinero, tras todos aquellos años. Darrell Schweitzer, el editor de Weird Tales, me ofreció introducir algunos cambios si lo deseaba, pero decidí que seguramente no sería una buena idea. Salvo por dos o tres palabras cambiadas y por el agregado de un párrafo interrumpido (que probablemente fuera un error tipográfico en primer lugar), he dejado el cuento tal cual era. Si empezaba a hacer cambios, el resultado final sería una historia completamente distinta.
El Piso de Cristal fue escrito, si la memoria no me falla, en el verano de 1967, cuando me encontraba a unos dos meses de mi vigésimo cumpleaños. Durante casi dos años había estado intentando venderle una historia a Robert A. W. Lowndes, quien editaba dos revistas de horror y fantasía para Health Knowledge (The Magazine of Horror y Startling Mystery Stories), como así también una recopilación inmensamente más popular llamada Sexology. Ya me había rechazado varios relatos amablemente (uno de ellos, apenas mejor que El Piso de Cristal, se terminó  publicando en The Magazine of Fantasy and Science Fiction bajo el título de La Noche del Tigre), pero me lo aceptó luego de tanto ofrecérselo. Aquel primer cheque fue por treinta y cinco dólares. He cobrado algunos más abultados desde entonces, pero ninguno me produjo una mayor satisfacción; ¡por fin alguien me había pagado un dinero real por algo que había sacado de mi cabeza!
Las primeras páginas del relato son torpes y están mal escritas —se nota que son el producto de la mente de un narrador de historias que aún está por desarrollarse—, pero la última parte es mejor de lo que recordaba; se produce una genuina sensación de terror cuando el señor Wharton descubre que lo están esperando en la Habitación Oriental. Supongo que ésa es al menos parte de la razón por la que acepté que este poco notable trabajo fuera reimpreso luego de tantos años. Y al menos se advierte una señal del esfuerzo por crear personajes que sean algo más que figuras de papel pintado; Wharton y Reynard son antagonistas, pero no son ni «el muchacho bueno» ni «el muchacho malo». El auténtico villano se encuentra tras esa puerta enyesada. Y además puedo notar un curioso eco de El Piso de Cristal en un muy reciente trabajo titulado El Policía de la Biblioteca. Éste último, una novela corta, se publicará este otoño como parte de una colección de novelas cortas llamada Cuatro Después de la Medianoche, y pienso que si lo lees, llegarás a entender lo que quiero decir. Fue fascinante descubrir que la misma imagen me estuvo rondando durante todo este tiempo.
Pero principalmente estoy permitiendo que la historia sea reeditada para enviarles un mensaje a los jóvenes escritores que ahora mismo están allí afuera, intentando ser publicados, coleccionando cartas de rechazo de revistas tales como F&SF, Midnight Graffiti y, por supuesto, Weird Tales, que es la abuelita de todas ellas. El mensaje es muy simple: puedes aprender, puedes mejorar, y puedes publicar.
Si esa pequeña chispa está allí, es muy probable que alguien la advierta, tarde o temprano, destellando débilmente en la oscuridad. Y si la mantienes encendida puede llegar a convertirse en un fuego grande y resplandeciente. Me pasó a mí, y comenzó con este cuento.
Recuerdo el momento en que se me ocurrió la idea para el relato; apareció como suelen hacerlo las ideas: de casualidad, sin aviso de trompetas. Iba caminando por un sendero embarrado para ver a un amigo y por ningún motivo en especial comencé a preguntarme cómo sería estar de pie en un cuarto con el suelo de espejo. La imagen fue tan intrigante que escribir la historia se convirtió en una necesidad. No fue escrita por dinero: fue escrita para que yo pudiera averiguarlo. Claro que no lo hice tan bien como lo hubiera deseado; todavía hay una diferencia entre lo que espero llevar a cabo y lo que realmente soy capaz de hacer. No obstante, lo dejé atrás con dos cosas valiosas: una historia vendible tras cinco años de cartas de rechazo, y algo de experiencia. De modo que aquí está y, como dice aquel colega Griner en la novela de Dickens, no es tan malo como pensaba.

Stephen King 

Estraído de Weird Tales, otoño de 1990


Wharton subió los amplios escalones con lentitud, sombrero en mano, estirando el cuello para poder abarcar mejor la monstruosidad victoriana en la que había muerto su hermana. No se trata de una casa, en lo absoluto, reflexionó, sino de un mausoleo; un enorme y gigantesco mausoleo. Parecía crecer en la cima de la colina como un hongo venenoso, corrupto y sobredimensionado, repleto de gabletes y cúpulas festoneadas con ventanas vacías. Una veleta de latón se inclinaba a unos ochenta grados por sobre un tembloroso tejado cubierto de ripio, con la empañada efigie de un chiquillo que lo vigilaba apantallándose los ojos con una mano. Wharton se alegró de no alcanzar a distinguirlos.
Entonces llegó al porche y todo el conjunto de la casa desapareció de su vista. Tocó la anticuada campanilla, escuchándola repetirse huecamente entre los oscuros recovecos internos de la casa. Había una ventanilla matizada de rosa sobre la puerta, y Wharton apenas pudo reconocer el año 1770 biselado en el vidrio. Una tumba estaría bien, pensó. 
La puerta se entreabrió de repente.
—¿Sí, señor? —El ama de llaves lo miró con fijeza. Era vieja, horrorosamente vieja. La cara le colgaba desde el cráneo como una masa fláccida, y la mano que apoyaba sobre la cadena de la puerta estaba grotescamente deformada por la artritis.
—He venido a ver a Anthony Reynard —dijo Wharton. Casi hasta imaginó que podía oler cómo el dulzón olor de la decadencia emanaba del vestido de arrugada seda negra que ella llevaba.
—El señor Reynard no está para nadie. Está de duelo.
—Él me atenderá —aseguró Wharton—. Soy Charles Wharton. El hermano de Janine.
—Oh. —Sus ojos se ensancharon un poco, y la floja inclinación de su boca le empezó a trabajar sobre las encías desnudas—. Un minuto. —La mujer desapareció, dejando la puerta entreabierta.
Wharton espió las oscuras sombras caoba que le deban forma a unas sillas comunes de respaldo alto, a unos divanes cola de caballo tapizados, a altos y angostos estantes de biblioteca, y a paneles de madera esculpidos con motivos floridos. 
Janine, pensó él. Janine, Janine, Janine. ¿Cómo pudiste vivir aquí? ¿Cómo rayos pudiste resistirlo?
Una alta figura de hombros vencidos se materializó de repente desde la oscuridad, con la cabeza proyectada hacia adelante, de ojos abatidos y profundamente hundidos. 
Anthony Reynard extendió una mano y desenganchó la cadena de la puerta.
—Adelante, señor Wharton —dijo lentamente.
Wharton se introdujo en la vaga semioscuridad de la casa, estudiando con curiosidad al hombre que se había casado con su hermana. Bajo las cuencas de los ojos tenía unos anillos azules que parecían contusiones. El traje que llevaba se veía arrugado y le colgaba flojo, como si hubiera perdido mucho peso. Parece cansado, pensó Wharton. Viejo y cansado
—¿Mi hermana ya recibió sepultura? —preguntó Wharton. 
—Sí. —Cerró la puerta con lentitud, encerrando a Wharton en la decadente oscuridad de la casa—. Mi más sincero pésame, señor Wharton. Quise muchísimo a su hermana. —Hizo un gesto vago—. Lo siento.
Pareció querer agregar algo más, pero cerró la boca con un brusco chasquido. Resultó obvio que cuando volvió a hablar se estaba callando lo que fuera que estuvo a punto de decir.
—¿Quiere tomar asiento? Estoy seguro de que tendrá algunas preguntas.
—Así es. —Por alguna razón lo dijo de una manera mucho más lacónica de lo que hubiera preferido.
Reynard suspiró y asintió con lentitud. Lo condujo hasta el fondo de la sala y le señaló una silla. Wharton se hundió profundamente en ella, que pareció engullirlo en lugar de sostenerlo. Reynard se sentó junto a la chimenea, poniéndose a buscar los cigarrillos. Le ofreció uno a Wharton sin decir una palabra, y éste negó con la cabeza.
Aguardó hasta que Reynard encendiera su cigarrillo y luego le preguntó:
—¿Cómo falleció? Su carta no explicaba gran cosa. 
Reynard apagó el fósforo y lo tiró en el hogar. Aterrizó sobre una de las carboneras de hierro, una gárgola cincelada que observó a Wharton con mirada de sapo. 
—Se cayó —contó—. Estaba limpiando uno de los cuartos que se encuentran del lado de los aleros. Teníamos pensado pintar, y ella creía que lo mejor sería desempolvarlos bien antes de comenzar a hacerlo. Estaba usando la escalera de mano. Se resbaló. Se rompió el cuello. —Cuando tragó le sonó un chasquido en la garganta.
—¿Murió... en seguida? 
—Sí. —Inclinó la cabeza y se puso una mano sobre la frente—. Yo me desesperé.
La gárgola lo miraba de soslayo, acurrucada y encogida, con la cabeza cenicienta. La boca se le torcía hacia arriba en una mueca rara, alegre, y sus ojos parecían volverse hacia adentro, hacia algún chiste privado. Wharton dejó de mirarla con cierto esfuerzo.
—Quiero ver donde ocurrió. 
Reynard apagó su cigarrillo, fumado a medias.
—No puede hacerlo. 
—Temo que sí —contradijo Wharton con frialdad—. Después de todo, ella era mi...
—No es por eso —lo interrumpió Reynard—. La habitación ha sido clausurada. Tendría que haberse hecho mucho tiempo atrás. 
—Si se trata simplemente de algunas tablas sobre la puerta... 
—Usted no comprende. La habitación se ha entablado por completo. Desde el exterior no se advierte otra cosa que la pared.
Wharton sintió que su mirada era atraída inexorablemente por la carbonera. Maldita cosa, ¿por qué diablos se estaría riendo tanto? 
—Eso no me importa. Necesito ver ese cuarto. 
Reynard se puso de pie de repente, alzándose sobre él.
—Imposible. 
Wharton también se levantó.
—Estoy empezando a preguntarme si no tendrá algo escondido allí dentro —dijo tranquilamente. 
—¿Qué está usted insinuando?
Wharton agitó la cabeza un poco aturdido. ¿Qué estaba insinuando? ¿Que quizás Anthony Reynard había asesinado a su hermana en esta cripta de la Guerra de la Revolución? ¿Que aquí podría llegar a haber algo más siniestro que rincones tenebrosos y horrendas carboneras de hierro?
—No sé qué es lo que estoy insinuando —respondió, con calma—, sólo que tuvieron que enterrar a Janine con una prisa del demonio, y que en este momento usted está actuando de manera algo extraña. 
Durante un momento la cólera ardió luminosamente pero luego se extinguió, dejándole tan sólo desesperación y un sordo dolor.
—Déjeme solo —masculló él—. Por favor déjeme solo, señor Wharton. 
—No puedo. Tengo que saber... 
Apareció la vieja ama de llaves, con el rostro precipitándose desde la oscura caverna del vestíbulo.
—La cena está lista, señor Reynard.
—Gracias, Louise, pero no tengo hambre. ¿Tal vez el señor Wharton...?
Wharton negó con la cabeza. 
—Muy bien, entonces. Quizás piquemos algo después. 
—Como usted diga, señor. —Ella se volvió para irse.
—¿Louise?
—¿Sí, señor? 
—Venga un segundo.
Louise ingresó lentamente en el cuarto, pasándose una floja lengua por los labios durante un momento, para luego desaparecer.
—¿Señor?
—El señor Wharton parece tener algunas preguntas sobre la muerte de su hermana. ¿Podría usted contarle todo lo que sepa al respecto?
—Sí, señor —sus ojos relucieron con vivacidad—. Ella estaba limpiando, eso es. Limpiando la Habitación Oriental. Deseosa de pintarlo, estaba. Supongo que el señor Reynard, aquí presente, no estaba muy interesado porque... 
—Vé al grano, Louise —dijo Reynard con impaciencia. 
—No —saltó Wharton—. ¿Por qué él no estaba muy interesado? 
Louise miró dudosamente de uno a otro. 
—Prosigue —le pidió Reynard, resignado—. Si no lo averigua aquí lo hará en el pueblo.
—Sí, señor.—De nuevo advirtió cómo ella se relamía, apreció el ávido fruncimiento de la floja carne de su boca cuando la mujer se dispuso a relatar la preciosa historia—. Al señor Reynard no le gusta que nadie entre en la Habitación Oriental. Siempre dijo que era peligrosa. 
—¿Peligrosa? 
—Por el piso —aclaró ella—. El piso es de cristal. Es un espejo. Todo el piso es un espejo. 
Wharton se volvió hacia Reynard, sientiendo que la sangre le subía al rostro.
—¿Está queriendo decirme que la dejó subirse a una escalera de mano en un cuarto con suelo de vidrio?
—La escalera tenía asideros de goma —comenzó Reynard—. Pero ésa no fue...
—Maldito idiota  —susurró Wharton—. Maldito asesino idiota. 
—¡Le estoy diciendo que ésa no fue la razón! —gritó Reynard de repente—. ¡Yo amaba a su hermana! ¡Nadie siente más que yo el hecho de que haya muerto! ¡Pero se lo advertí! ¡Dios sabe que le advertí lo referente a aquel piso!
Wharton era oscuramente consciente de que Louise los observaba de manera ávida, recolectando chismes como una ardilla junta las nueces.
—Dígale que se marche —solicitó, con la voz pesada. 
—Sí —convino Reynard—. Váyase a cuidar la cena. 
—Sí, señor. —Renuente, Louise se encaminó al vestíbulo y las sombras se la tragaron.
—Bien —dijo Wharton en voz baja—. Me parece que tiene ciertas explicaciones que hacer, Reynard. Todo este asunto me resulta gracioso. ¿No se llevó a cabo ni siquiera una pesquisa? 
—No —respondió Reynard. Se derrumbó de golpe sobre su silla y miró sin ver hacia la penumbra del techo abovedado—. La gente de por aquí conoce todo lo referente a la... a la Habitación Oriental.
—¿Y qué hay que saber de allí? —le preguntó Wharton, tenso. 
—La Habitación Oriental trae mala suerte —explicó Reynard—. Algunas personas incluso hasta asegurarían que está maldita.
—Escúcheme —soltó Wharton de mal genio, sintiendo que el dolor le aumentaba como vapor en una tetera—, no voy a cambiar de idea, Reynard. Cada palabra que sale de su boca me obliga más y más a inspeccionar aquel cuarto. Ahora bien, ¿va a admitirlo o tendré que bajar hasta ese pueblo y...? 
—Por favor. —Algo en la callada desesperación de sus palabras hizo que Wharton alzara la vista. Por primera vez Reynard lo estaba mirando directamente a los ojos, y eran unos ojos espantados, macilentos—. Por favor, señor Wharton. Acepte mi palabra de que su hermana murió de manera natural, y márchese. ¡No quiero verlo morir! —la voz se le elevó en un lamento—. ¡No quise ver morir a nadie más!
Wharton sintió que un breve escalofrío lo recorría. Su mirada saltó de la sonriente gárgola de la chimenea hasta el busto polvoriento y de mirada vacía de Cicero en el rincón, y luego se desplazó a los extraños paneles tallados de las paredes. Y una voz sonó dentro de él: Márchate de aquí. Un millar de ojos con vida pero insensibles parecieron mirarlo desde las sombras, y la voz volvió a hablar... Márchate de aquí
Sólo que esta vez fue Reynard quien lo dijo. 
—Márchese de aquí —repitió—. Su hermana está más allá del cuidado y más allá de la venganza. Le doy mi palabra...
—¡Al diablo con su palabra! —lo interrumpió Wharton de golpe—; ahora mismo voy a hablar con el alguacil, Reynard. Y si el alguacil no me ayuda, iré con el comisionado del condado. Y si el comisionado del condado no me ayuda... 
—Muy bien. —Las palabras fueron como el lejano doblar de la campana de un cementerio—. Venga.
Reynard lo condujo por el vestíbulo, más allá de la cocina, a través del comedor vacío con el candelabro que recogía y reflejaba la última luz del día, y pasando la despensa, hacia la vacía pared de yeso del extremo del corredor. 
Es allí, pensó Wharton, y de repente se produjo un raro deslizamiento en el pozo que era su estómago. 
—Yo... —empezó a decir sin quererlo. 
—¿Qué? —preguntó Reynard, con la esperanza brillándole en la mirada. 
—Nada.
Se detuvieron al final del pasillo, inmóviles en las tinieblas crepusculares. No parecía haber luz eléctrica allí. Wharton pudo ver sobre el suelo la espátula para revocar, todavía húmeda, que utilizara Reynard para tapiar la puerta, y un fragmento extraviado de El Gato Negro de Poe le resonó en la mente: 
Yo había cercado al monstruo dentro de la tumba...
Reynard le entregó la espátula ciegamente.
—Haga lo que tenga que hacer, Wharton. No pienso formar parte de esto, pase  lo que pase. Me lavo las manos de lo que pueda suceder. 
Con la mano abriéndose y cerrándose sobre el mango de la espátula y cierta aprensión, Wharton contempló cómo el otro se alejaba por el pasillo. Todos los rostros, el del chiquillo de la veleta, el de la gárgola de la carbonera, el de la marchita criada, todos parecieron mezclarse y fundirse ante él, todos sonriendo por algo que él no lograba entender. Márchate de aquí...
Con una súbita y áspera maldición atacó la pared, escarbando en el suave y reciente yeso, hasta que la espátula raspó contra la puerta de la Habitación Oriental. Escarbó más allá del yeso hasta que pudo alcanzar el tirador de la puerta. Lo accionó y luego tiró de él hasta que las venas se le destacaron sobre las sienes. 
El yeso se resquebrajó, se agrietó, y finalmente se partió. La puerta giró pesadamente hasta quedar abierta, con el yeso desparramándose como una piel muerta.
Wharton fijó la vista en un charco de mercurio que destellaba débilmente. 
Parecía brillar con una luz propia en aquella etérea oscuridad, como de cuento de hadas. Wharton entró en el cuarto, esperando a medias hundirse en un fluido cálido, flexible. 
Pero el suelo era sólido.
Su propio reflejo colgaba suspendido debajo de él, unido sólo de los pies, con todo el aspecto de sostenerse de cabeza en aquel aire tenue. Hizo que se mareara por el simple hecho de mirarlo.
Lentamente, desplazó la mirada por los alrededores del cuarto. La escalera de mano todavía estaba allí, internándose en las brillantes profundidades del espejo. Advirtió que la habitación era alta. Lo suficientemente alta como para caerse y —compuso una mueca—  matarse.
Estaba rodeado de estantes de libros vacíos, todos ellos pareciendo inclinarse encima suyo en el mismísimo umbral del desequilibrio. Le agregaban un efecto distorsionante al extraño cuarto.
Se acercó a la escalera y examinó las patas. Tenían una base de goma, tal como Reynard había dicho, y parecía bastante sólida. Pero, ¿y si la escalera no había resbalado, cómo pudo caerse Janine?
De algún modo se encontró otra vez mirando fijamente a través del suelo. No, se corrigió. No a través del suelo. A través del espejo; dentro del espejo...
No se encontraba del todo parado sobre el piso, como lo había supuesto. Se equilibraba en el tenue aire, a medio camino entre el suelo y el techo idéntico, sostenido tan sólo por la estúpida idea de que estaba parado en el piso. Eso era tonto, cualquiera podría verlo, porque allí estaba el suelo, abriéndose allí abajo... 
¡Despabílate!, se gritó de repente a sí mismo. Estaba parado en el piso, y aquel otro no era más que un inofensivo reflejo del techo. Solamente sería el suelo si estuviera de pie sobre mi cabeza, y no lo estoy; mi otro yo es el que está parado sobre su cabeza...
Comenzó a sentir vértigo, y una nausea súbita le subió por la garganta. Intentó mirar más allá de las plateadas profundidades del espejo, pero no lo logró. 
La puerta... ¿dónde estaba la puerta? De repente deseó estar afuera. 
Wharton se dio vuelta torpemente, pero allí sólo estaban los estantes locamente inclinados y la escalera que se proyectaba y el horrible abismo bajo sus pies. 
—¡Reynard! —gritó—. ¡Me estoy cayendo! 
Reynard llegó corriendo, con la nausea formando ya una gris lesión gris en su corazón. Era una realidad; había vuelto a suceder.
Se detuvo frente al umbral de la puerta, mirando los gemelos siameses que se observaban uno al otro en el medio de aquella habitación de dos techos y sin ningún piso. 
—Louise —graznó alrededor de la seca pelota de vómito que se le formó en la garganta—.  Traiga el palo.
Louise surgió de la oscuridad y le alcanzó a Reynard un palo con el extremo en forma de gancho. Él lo deslizó a través del estanque de plata brillante y atrapó el cuerpo que yacía sobre el cristal. Lo arrastró despacio hacia la puerta y, cuando pudo alcanzarlo, tiró de él. Estudió la cara retorcida y suavemente le cerró los ojos de mirada fija.
—Voy a necesitar el yeso —dijo en voz baja.  
—Sí, señor.
Ella se volvió para irse, y Reynard miró hacia el cuarto, con mirada lúgubre. Se preguntó, y no por primera vez, si de verdad había un espejo allí. En la habitación, un pequeño charco de sangre se extendía sobre el suelo y en el techo, pareciendo encontrarse en el centro, sangre que colgaría allí sin ninguna prisa, y de la que uno esperaría que podría quedar goteando por siempre. 






jueves, 16 de febrero de 2012

World War Web: Anonymous contra la censura - Marzo Negro


World War Web: Anonymous contra la censura - Marzo Negro


Marzo Negro


Estalló la primera gran guerra virtual. El tiempo dirá si será recordada como la III Guerra Mundial, denominación que muchos están usando y que no es del todo descabellada. Las primeras guerras fueron por territorios y recursos, y lo que está en juego ahora, en este preciso y decisivo instante, son los territorios y recursos de nuestro modo de vida. ¿Nos vamos a quedar de brazos cruzados?

Monopolio y censura

Últimamente, países muy importantes están intentando crear leyes para limitar el flujo de la información, dándole poder a las grandes compañías para censurar a los motores de búsqueda, bloquear a los proveedores de Internet y restringir cualquier actividad que se relacione con sus "materiales", incluyendo la publicación de enlaces, actividad que en la nueva norma equivaldría a "conspirar". Como primer paso, y aún sin ser aprobada ley alguna, el FBI cerró ayer a MegaUpload y extraditó de sus países y condenó a sus responsables.

Aunque mucha gente tenía sus cosas –privadas y legales- almacenadas allí, lo cierto es que, como todos los servicios virtuales, MegaUpload no ofrecía garantías. Pero tampoco YouTube las ofrece, y la mayor parte de sus contenidos están al alcance de las garras de estos buitres. ¿Un mundo sinYouTube? Eso no es nada: imagina un mundo sin Wikipedia, donde prácticamente toda la información es tomada de publicaciones con derechos de autor. Sin ir más lejos, el Facebook que usa hasta tu abuela es poco más que una colección de enlaces a material "ilegal". Dejar seguir adelante este modelo de pensamiento es lo mismo que destruir Internet. Un día podrías usar Google y no obtener resultados de búsqueda.

Ese no es el modo de hacer las cosas. Ese modelo de "justicia" que se está aplicando es preocupante (y aún no hay ley que lo avale). Ayer, personas de diferentes países, algunas por sólo haber publicado un puñado de enlaces, fueron extraditadas para ser juzgadas en y por los Estados Unidos (el mismo país que controla los medios, las armas y el dinero y fomenta el miedo, la tortura y la ignorancia, al tal punto que no hace falta dar ejemplos) y con penas mayores que aquellas que reciben los asesinos y violadores... y sin derecho a fianza. Como si hubieran perjudicado a la Humanidad, y no sólo a diez millonarios.

Eso, eso es terrorismo. Legales o no, estas medidas son un delito contra la Humanidad. Son un ataque hacia cada uno de nosotros, piratas o no, de nuestra libertad, de nuestro derecho a compartir y a nutrirnos mutuamente con la información que se nos dé la gana. Esto se llama "libertad". Y aquello, aquello se trata de darle poder a los poderosos. Las empresas discográficas que tanto protestan por la piratería –y que de hecho y sin duda son los verdaderos criminales- sólo se preocupan por su economía; no por la del público, no por la de los artistas –quienes siempre ganan más de forma independiente-. Se cagan en todos y encima nos llaman piratas. [cf. Aforismos piratas.]

Recordándolo ya en la Historia, MegaUpload era una entidad que, efectivamente, hizo perder 500 millones de dólares a las compañías más ricas del mundo. Pero no 500 millones que se quedaron sus dueños, sino 500 millones que nos ahorramos los consumidores. 500 millones que no tuvimos que gastar en círculos de plástico sin valor alguno y que, paradójicamente, nos los cobran decenas de veces lo que le dan al autor del contenido.

Por otro lado, 150 millones de personas perdieron sus archivos con el cierre de MegaUpload. ¿A quién demandarán?

MegaUpload, aunque sus creadores se hubieran vuelto millonarios, ha colaborado -a propósito o no- con la decadencia de un sistema inaceptable, un monopolio cruel hacia el autor y el consumidor y en contra de toda ideología razonable que permita a la Humanidad crecer. Un monopolio no estrictamente material, un monopolio de ideas.

Salvo detalles técnicos, no hay mucha diferencia entre MegaUpload y una biblioteca pública. Y cualquiera puede darse cuenta de que la censura en Internet es la quema de libros del presente. Y, dada la cuenta, lo menos que se puede hacer es pensar...

Decadencia del sistema discográfico

El modelo económico de estos empresarios no sólo ya no tiene lugar, sino que es dañino. Es irracional querer sostener un negocio que el público no quiere, y querer hacerlo por la fuerza. Es como si se le hubiese dado a los fabricantes de velas el poder de aplastar a cualquiera que utilizaraelectricidad, tendiera un cable entre dos casas o vendiera una lámpara.

Nosotros no lo recordamos porque no lo vivimos, pero con la invención de las grabaciones de audio se le quitó el negocio a los músicos y pasó a manos de lo que hoy son las compañías discográficas, que literalmente se apropiaron de él. Los artistas debieron adaptarse y colaborar con ese sistema. Pero no hubo FBI cuando apareció el cassette virgen, ni cuando apareció el CD virgen. ¿Por qué sí cuando apareció el hosting gratuito? Porque las compañías no supieron apropiarse a tiempo de ese nuevo medio, porque no lo entienden, porque poseen una ideología retrógrada incapaz de evolucionar y hacer un negocio mejor. Por suerte.

Piratear, es decir, compartir, no es un acto en contra del artista, aunque finalmente pueda causarle pérdidas económicas si participa de un sistema obsoleto. Lo lógico, lo que se debe hacer, es devolverle el poder al autor, darle la oportunidad de elegir entre maravillosas alternativas que el pueblo está dispuesto a utilizar y liberarlo de la codicia maligna de las corporaciones. [cf. Somos los piratas.]

Los medios supieron adaptarse a la existencia repentina del periodismo digital y la publicidad online, e incluso expandieron sus horizontes económicos y tecnológicos, agregándole un valor insospechado a sus productos. Pero no aquellos que basaron su modelo de negocio fetichista en pedazos deplástico.

Lo interesante es que estos comerciantes rezagados son personas como cualquiera de nosotros. No tienen un derecho especial a controlar al resto de las personas. Tampoco actúan persiguiendo un bien comunitario y, de hecho, ni siquiera respetan la ley, sino que se atreven a querer comprarla para adaptarla a sus caprichos innecesarios.

Tanta prepotencia y abuso debe tener un fin.

Es por eso que pasé toda la noche en Twitter junto a Anonymous. Anonymous es un pseudónimo público y grupal que no se identifica con un líder ni recibe órdenes de algún geek que pretenda conquistar el mundo. Su único objetivo es coordinar la defensa del bien comunitario más importante de todos los tiempos: Internet. Cualquiera que se una a las actividades de Anonymous pertenece a Anonymous. Es el nombre de la fuerza del pueblo. Anonymous es el mundo que no se deja pisotear.

Operación MegaUlopad

Anoche, en respuesta al incidente con MegaUpload, hubo un récord absoluto de participación en nombre de Anonymous, y logramos derribar por un tiempo sitios tan importantes como los del FBI, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos y los de varias discográficas. Contarlo todo me llevaría horas.

Sin embargo de las pequeñas victorias, las medidas del acto terrorista del FBI se pudieron ver en instantes: Twitter censuró los hashtags que servían para mantener informada a la gente y coordinar las protestas. Blogger (Google) eliminó los sitios involucrados en ellas. Facebook marcó como spam los enlaces a dichos sitios... Sólo por mencionar a tres grandes que todos conocemos.

La censura llegó incluso a nuestra protesta no-violenta y sin daños materiales, que todavía sigue en curso, y que sirve a la causa de demostrar que somos nosotros quienes tenemos el poder. No "nosotros", los integrantes de un extraño club llamado "Anonymous". Nosotros, las personas que queremos que se nos trate con respeto.

Queremos que se nos trate con respeto, porque hay formas eficientes de ser intermediario entre los artistas y el público sin caer en el despotismo.

Queremos que se nos trate con respeto, porque tenemos tecnologías de ciencia-ficción pero los artistas siguen siendo esclavizados y el público estafado y aterrorizado.

Queremos que nos traten con respeto, porque todo el poder de estas compañías es el que les dimos comprando discos y yendo al cine; y así como se lo damos, se lo podemos quitar.

Nos están pisoteando e ignoran quién tiene el verdadero poder: el poder de decidir lo que vamos a querer y lo que no, y el poder de unirnos para luchar por ello.

Y la guerra puede hacerse de muchas formas. Al estilo del gobierno estadounidense, con sus tropas, su Guantánamo, su FBI y sus patéticos diputados; al estilo de Robin Hood -¿o MegaUpload?-, quitando donde sobra para ponerlo donde falta y -¿por qué no?- quedarse con una tajada; o al estilo de Buda, quien una vez se encontró con un terrible asesino serial llamado Angulimala, y se rehusó a apartarse de su camino. Angulimala, perplejo ante la reacción de Buda, le dijo:

-¿No sabes quién soy yo? Yo soy Angulimala, y puedo matarte sin pestañear.

A lo que Buda respondió:

-¿No sabes quién soy yo? Yo soy Buda, y puedo morir sin pestañear.

Esta historia que atesoro me recuerda que nosotros también ya elegimos nuestro camino -¡la mejor de las alternativas!- y no porque sea gratis (que no lo es, ya que por algo pagamos una conexión a Internet), sino porque, sencillamente, es mejor.

Y porque es el mercado el que debe adaptarse al consumidor y porque son las leyes las que deben adaptarse al beneficio del pueblo, para proteger lo que la gente necesita y exige y ama, y no para reprimirla en beneficio de unos millonarios mafiosos. Y si el gobierno no lo hace por el pueblo, el pueblo debe hacerlo por el pueblo y darle la lección a sus gobernantes. O la democracia es sólo una palabra inútil y vacía. Porque las leyes que no salen del corazón del pueblo se llaman dictaduras. Y la verdadera legislatura se llamaLegión.

Marzo Negro

World War Web: Anonymous contra la censura

Marzo Negro
Evento público · De Ayreonauta Cibermitaño

Cuándo
De la(s) jueves, 1 de marzo de 2012 a la(s) 0:00 a la(s) Sábado, 31 de marzo de 2012 a la(s) 23:30

Dónde
Todo el mundo

Descripción
Las industrias del entretenimiento han decidido apoyar una legislación que permite y promueve la censura indiscriminada de Internet sin procedimientos judiciales (http://url.cibermitanios.com.ar/MarzoNegro).

Durante Marzo de 2012 no compraremos películas ni música ni videojuegos ni libros ni iremos al cine. No le pagaremos a quienes nos faltan el respeto.

Nosotros podemos aguantar cuatro semanas sin ellos.
¿Cuánto aguantaran ellos sin nuestro dinero?

"Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer."
(Mahatma Gandhi)

https://twitter.com/#%21/search/%23MarzoNegro